Un Siglo de Impacto del Evangelio
Entre los mayores tesoros de nuestra herencia Bautista del Sur se encuentra el Programa Cooperativo, un testimonio de lo que Dios puede hacer cuando Su pueblo trabaja unido. Si bien cada iglesia Bautista del Sur es completamente autónoma en su ministerio, hemos decidido unirnos por un propósito superior: cumplir la Gran Comisión.
Esto no es solo algo que hacemos, es la razón de nuestra existencia.
Hace cien años, las iglesias independientes reconocieron una profunda verdad: jamás podríamos lograr solos lo que podríamos lograr juntos. Al aunar nuestros recursos, creamos una sinergia santa de cooperación que ha enviado misioneros a las naciones, fundado iglesias en comunidades, capacitado pastores y líderes, y atendido necesidades humanas en el nombre de Cristo.
Al recordar todo lo que Dios ha hecho a través de nuestro compromiso compartido, también miramos hacia el futuro con anticipación. ¿Qué más podríamos lograr si cada iglesia abrazara plenamente esta misión? Aunque los Bautistas del Sur no siempre estemos de acuerdo en todo, nos mantenemos unidos en un llamado innegable: llevar el evangelio a cada calle, pueblo, ciudad, aldea y nación.
No se trata de política ni de supervivencia institucional. Es una misión guiada por el Espíritu, un mandato dado por Jesucristo hace más de 2000 años. Y el Programa Cooperativo sigue siendo el medio más eficaz para que juntos cumplamos ese llamado.
Ahora es el momento de que cada iglesia asuma su papel en esta misión. A través de nuestras donaciones, impulsamos la obra del evangelio, asegurando que el nombre de Cristo se proclame hasta los confines de la tierra. ¿Se unirá tu iglesia plenamente a este gran esfuerzo?
No nos conformemos con lo que podemos hacer solos; abracemos el poder de la cooperación y veamos lo que Dios hará a través de nosotros juntos.
No se trata de política ni de supervivencia institucional. Es una misión guiada por el Espíritu, un mandato dado por Jesucristo hace más de 2000 años. Y el Programa Cooperativo sigue siendo el medio más eficaz para que juntos cumplamos ese llamado.
Ahora es el momento de que cada iglesia asuma su papel en esta misión. A través de nuestras donaciones, impulsamos la obra del evangelio, asegurando que el nombre de Cristo se proclame hasta los confines de la tierra. ¿Se unirá tu iglesia plenamente a este gran esfuerzo?
No nos conformemos con lo que podemos hacer solos; abracemos el poder de la cooperación y veamos lo que Dios hará a través de nosotros juntos.
Era una sofocante tarde de mayo de 1925, y el aire en Memphis, Tennessee, estaba cargado de humedad. Dentro del recién inaugurado centro de convenciones de la ciudad, la atmósfera opresiva reflejaba la tensión de los 5,600 mensajeros Bautistas del Sur reunidos para la reunión anual de la Convención Bautista del Sur (SBC). El gran salón estaba lleno y resonaba con el debate. La evolución era el tema del momento, una controversia nacional que se había colado en los debates. Aunque los ánimos se caldeaban esporádicamente, el debate se mantuvo relativamente tranquilo.
Los mensajeros habían llegado con una agenda apretada. Entre los asuntos más urgentes se encontraba la presentación del primer borrador de la Fe y el Mensaje Bautistas por parte de E.Y. Mullins y su comité, un documento destinado a convertirse en una piedra angular de la doctrina Bautista del Sur. Sin embargo, otro tema se cernía discretamente en segundo plano: una propuesta que, en última instancia, transformaría la SBC: el Programa Cooperativo. (PC)
En la tarde del 13 de mayo, se presentó la innovadora propuesta bajo su nombre original, la Comisión del Programa Futuro. M.E. Dodd, figura destacada en la historia Bautista, se presentó ante el público entusiasmado para presentar la visión del comité. La propuesta, elaborada por un distinguido grupo de líderes Bautistas, no fue recibida con un intenso debate, sino con una aprobación unánime. Los mensajeros respaldaron con entusiasmo la recomendación de que su esfuerzo misionero colectivo se conociera en adelante como “El Programa Cooperativo de los Bautistas del Sur”.
La adopción del Programa Cooperativo marcó un punto de inflexión para la SBC. Basado en doce principios rectores, describió un enfoque unificado para financiar misiones, educación y beneficencia. Estableció una colaboración entre la SBC y las convenciones estatales, un marco para la distribución equitativa de recursos y salvaguardas para evitar que las agencias solicitaran fondos directamente a las iglesias. Fue una visión audaz, especialmente dada la precaria situación financiera de la SBC.
Las raíces del Programa Cooperativo se remontan a la ambiciosa Campaña de los 75 Millones de 1919. Aunque la campaña no alcanzó su meta financiera (recaudar 58 millones de dólares de los 92 millones prometidos), sembró la semilla de la unidad y la generosidad entre los Bautistas del Sur. A pesar de sus deficiencias, la campaña logró recaudar más fondos para misiones que los que la denominación había visto en sus setenta y cinco años anteriores en conjunto. Inspiró a miles de iglesias a contribuir a causas nacionales e internacionales por primera vez.
Sin embargo, para 1925, la SBC estaba al borde del colapso financiero. La inestabilidad económica en el Sur, agravada por la caída en picado de los precios de las cosechas, había dejado a muchos Bautistas en apuros. En este contexto de dificultades, el Programa Cooperativo fue un salvavidas, un paso audaz en la fe. A pesar de sus dificultades iniciales, el programa prosperó bajo la dirección de Austin Crouch, el primer presidente del Comité Ejecutivo de la SBC. Para cuando asumió el cargo, el Programa Cooperativo se había convertido en un pilar fundamental de los esfuerzos misioneros de la convención.
Desde sus humildes comienzos en un húmedo salón de Memphis, el Programa Cooperativo se ha mantenido como un testimonio del poder de la unidad y el sacrificio, difundiendo el Evangelio y transformando vidas durante generaciones.
El Programa Cooperativo de la Convención Bautista del Sur es una piedra angular de las misiones y el ministerio Bautista del Sur. Establecido en 1925, este sistema unificado de financiación revolucionó la forma en que los Bautistas del Sur apoyaban su labor colectiva, permitiéndoles lograr mucho más juntos que individualmente. Pero ¿cómo surgió este enfoque innovador? Sus orígenes cuentan una historia de colaboración, desafíos financieros y una visión de mayor impacto.
Una Era de Desafíos Antes del Programa Cooperativo
Antes de 1925, las iglesias Bautistas del Sur apoyaban misiones y ministerios mediante lo que se conocía como donaciones sociales. Bajo este sistema, cada iglesia contribuía directamente a causas o misioneros específicos. Si bien este enfoque permitía a las iglesias apoyar iniciativas que les apasionaban, también generaba importantes desafíos. Los ministerios y las agencias a menudo competían por financiación, lo que generaba inestabilidad financiera e ineficiencia.
La falta de coordinación impidió que los Bautistas del Sur abordaran las crecientes necesidades tanto en el país como en el extranjero. A medida que a principios del siglo XX surgieron más oportunidades misioneras, se hizo cada vez más evidente la necesidad de un enfoque más unificado para sostener y expandir sus esfuerzos.
La Tensión Financiera y la Necesidad de un Nuevo Enfoque
Los primeros años del siglo XX se caracterizaron por la agitación económica, incluyendo las secuelas de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Gran Depresión. Estos desafíos financieros presionaron a las entidades y misioneros Bautistas del Sur, resaltando las limitaciones del sistema de financiación existente. Las agencias tuvieron dificultades para cumplir con sus obligaciones financieras, y el enfoque descentralizado de la financiación dificultó la priorización y el mantenimiento de ministerios esenciales.
El Nacimiento del Programa Cooperativo
En respuesta a estos desafíos, los Bautistas del Sur buscaron una mejor solución. En la reunión anual de la SBC de 1925 en Memphis, Tennessee, se adoptó oficialmente el Programa Cooperativo como un plan de financiación unificado y sistemático. Esta decisión se vio influenciada por las lecciones aprendidas de la Campaña de los 75 Millones (1919-1924), un esfuerzo de toda la denominación para recaudar 75 millones de dólares para misiones y ministerios. Si bien la campaña no alcanzó su ambiciosa meta, demostró el potencial de las donaciones colectivas.
El Programa Cooperativo ofreció una solución innovadora. En lugar de que las iglesias contribuyeran directamente a causas individuales, donarían un porcentaje de sus ofrendas no asignadas a sus convenciones Bautistas estatales. Estas convenciones estatales retendrían una parte de los fondos para los ministerios locales y enviarían el resto a la SBC para su distribución entre entidades nacionales e internacionales.
Una Estructura para la Colaboración y la Estabilidad
La estructura del Programa Cooperativo brindó estabilidad y eficiencia al trabajo Bautista del Sur. A través de este sistema, se distribuyen fondos para apoyar una amplia gama de ministerios, entre ellos:
Al aunar recursos, los Bautistas del Sur eliminaron la competencia entre agencias y crearon un flujo de financiamiento constante que les permitió planificar estratégicamente el futuro.
Objetivos y Beneficios del Programa Cooperativo
El Programa Cooperativo se basa en varios principios clave:
Impacto Transformador
Desde su creación, el Programa Cooperativo ha transformado la vida y la labor de los Bautistas del Sur. Ha permitido a la SBC enviar miles de misioneros a todo el mundo, fundar iglesias en Norteamérica y capacitar a generaciones de líderes para el ministerio. El programa refleja el compromiso de la denominación con la cooperación y el principio Bautista de asociación voluntaria.
Una visión que perdura
Casi un siglo después de su fundación, el Programa Cooperativo continúa siendo una herramienta vital para difundir el evangelio y satisfacer las necesidades en un mundo en constante cambio. Su éxito reside en la visión compartida de los Bautistas del Sur de trabajar juntos, aunando recursos para lograr un impacto mayor que el que cualquier iglesia o agencia podría lograr por sí sola.
Al mirar hacia el futuro, los Bautistas del Sur siguen siendo un testimonio del poder de la unidad y del compromiso de difundir el evangelio hasta los confines de la tierra. Es un modelo de cómo los creyentes pueden unirse para cumplir la Gran Comisión y marcar una diferencia duradera para el reino de Dios.
Durante 100 años, el Programa Cooperativo de la Convención Bautista del Sur ha sido un pilar fundamental de la labor misionera, uniendo a las iglesias en su compromiso de difundir el evangelio. Mientras la SBC celebra este hito, el Dr. Ken Weathersby, un líder veterano de la vida Bautista, reflexiona sobre su historia, su impacto y el camino a seguir.
Un Llamado al Ministerio y a las Misiones
La trayectoria del Dr. Weathersby hacia la comunidad Bautista del Sur comenzó cuando respondió al llamado al ministerio. Inicialmente estudiaba en el Seminario Bautista de Mississippi, y un profesor lo animó a continuar su formación para convertirse en misionero. Este camino lo llevó al Mississippi College y luego al Seminario Teológico Bautista del Sur, donde se conectó formalmente con la Convención Bautista del Sur.
“Mi deseo era ser misionero”, recuerda Weathersby. “Tuve que investigar los requisitos y me di cuenta de que necesitaba más formación. Ese camino me condujo al mundo de la SBC en general”.
A lo largo de los años, el Dr. Weathersby ha desempeñado diversos cargos de liderazgo, incluyendo vicepresidente de promoción de convenciones y evangelismo global en el Comité Ejecutivo de la SBC, profesor en el Seminario Teológico Bautista de Nueva Orleans y estratega en la Junta Misionera Norteamericana (NAMB). Su experiencia le ha proporcionado una perspectiva única sobre cómo el Programa Cooperativo impulsa la labor misionera en diferentes culturas y naciones.
El Programa Cooperativo: Una Empresa del Reino
Al reflexionar sobre el legado centenario del Programa Cooperativo, el Dr. Weathersby lo describe como una “empresa del reino” diseñada para maximizar el impacto del evangelio.
“Cuando se estableció el Programa Cooperativo, se adelantó a su tiempo”, explica. “Permitió a las iglesias aunar recursos para lograr más juntas de lo que jamás podrían por separado. Ese modelo ha seguido siendo eficaz para dar a conocer el nombre de Cristo, no solo en nuestras comunidades, sino en todo el país y el mundo”.
Weathersby señala la formación temprana de juntas misioneras, como la Junta Misionera del Hogar (ahora llamada NAMB), como testimonio de la visión del Programa Cooperativo. Estas organizaciones ayudaron a las iglesias de la SBC a llegar a diversas poblaciones, incluyendo a nativos americanos, afroamericanos y comunidades inmigrantes, asegurando que la difusión del evangelio trascendiera las barreras culturales.
“Se colocaron misioneros en zonas donde las iglesias individuales no podían llegar solas”, dice Weathersby. Gracias al Programa Cooperativo, contamos con misioneros nacionales dedicados a grupos de personas específicos (comunidades hispanas, indígenas estadounidenses, asiáticas y afroamericanas), lo que garantizó que el evangelio llegara a todos.
El Cambio en la Mentalidad Ministerial
El Dr. Weathersby también destaca un cambio en la percepción del ministerio.
“Cuando fui llamado al ministerio, ‘llamado’ era una palabra importante”, dice. “No se trataba solo de una carrera o una ocupación. Era una asignación divina, y nos preparamos para ello. Hoy en día, parece que algunos entran al ministerio como un trabajo en lugar de un llamado, y eso es preocupante”.
Este cambio, cree él, subraya la necesidad de una renovada educación misionera. Argumenta que comprender la diferencia entre la iglesia y el Reino es esencial.
“A menudo confundimos la iglesia con el Reino, pero la iglesia es en realidad un embajador del Reino”, explica. “Jesús no vino a establecer denominaciones; vino a traer el Reino de Dios a la Tierra. Nuestro trabajo, ya sea en una iglesia local, una convención estatal o una junta misionera, siempre debe centrarse en proclamar las buenas nuevas del Reino”.
Mirando Hacia el Futuro: Educando a la Próxima Generación
A medida que el Programa Cooperativo se acerca a su segundo siglo, el Dr. Weathersby enfatiza la necesidad de una educación intencional sobre las misiones y las donaciones cooperativas.
“Mi pasión es la educación misionera”, afirma. “Necesitamos capacitar a la próxima generación para que comprenda lo que significa ser misionero. ¿Quiénes son los misioneros? ¿Qué hacen? ¿Cómo pueden los jóvenes involucrarse en las misiones? Debemos enseñar esto desde una edad temprana para que los futuros líderes comprendan la importancia del Programa Cooperativo”.
Elogia a organizaciones como la Unión Femenil Misionera (WMU) por sus esfuerzos para crear conciencia sobre la misión, pero cree que aún queda mucho por hacer.
“No podemos dar por sentado el Programa Cooperativo”, advierte. “Si no educamos a la próxima generación, es posible que no vean su necesidad. Necesitamos seguir compartiendo historias de lo que ha logrado y de lo que aún queda por hacer, porque hay millones que aún no han escuchado el nombre de Cristo”.
Un Legado de Cooperación Fiel
Al recordar sus décadas de servicio, el Dr. Weathersby expresa su gratitud por el impacto de las misiones cooperativas.
“El Programa Cooperativo nos ha permitido llegar a lugares y grupos de personas que las iglesias individuales jamás podrían alcanzar por sí solas”, afirma. “Por eso sigue siendo relevante hoy en día. Pero su futuro depende de que sigamos educando, invirtiendo y comprometiéndonos con la obra del Reino que tenemos por delante”.
A medida que los Bautistas del Sur emprenden los próximos 100 años de cooperación, líderes como el Dr. Weathersby nos recuerdan el poder de la unidad para cumplir la Gran Comisión. Al trabajar juntos, la SBC puede seguir teniendo un impacto global para Cristo, asegurando que el evangelio llegue a cada tribu, lengua y nación.
El año 1919 se destaca como un punto de inflexión. La Convención se reunió en Atlanta con el corazón apesadumbrado por las deudas y la mente llena de ambición. Soñaban con una campaña monumental, y me maravillé al ver que George Truett, un hombre con palabras que conmovían el alma, fue elegido para liderarla. La meta era ambiciosa: 75 millones de dólares, una suma que brillaba como el oro del templo de Salomón. Las promesas llegaron en abundancia, y por un instante, la luz de la esperanza pareció brillar con más fuerza que nunca. Sin embargo, con el paso de los años, las promesas de los hombres no alcanzaron sus aspiraciones. De los 92,6 millones de dólares prometidos, solo se materializaron 58,5 millones. Fue un triunfo agridulce: una cosecha mayor que nunca, pero insuficiente para satisfacer las necesidades.
Observé cómo sus ambiciones los llevaron a una sobreextensión, y algunas de sus instituciones se vieron agobiadas por una deuda aún mayor. En su esfuerzo, aprendieron una dura verdad: el celo sin sabiduría puede conducir al colapso. Pero la mano del cielo no se retiró. Estas luchas dieron origen a una idea que moldearía su futuro: un plan para unificar sus esfuerzos en misiones y financiación.
Para 1925, en su reunión en Memphis, dieron un paso que resonó en la eternidad. Adoptaron una confesión de fe —la Fe y el Mensaje Bautistas— y se comprometieron con una estrategia de financiación unificada: el Programa Cooperativo. No fue poca cosa, pues requería humildad y colaboración entre iglesias autónomas. Su acuerdo resonó como un himno de unidad, y vi el regocijo del Soberano al comprometerse a trabajar juntos por la propagación del evangelio.
Pero el camino por delante no era fácil. La década de 1920 dio paso a la Gran Depresión, y me dolió ver a las familias rurales, la columna vertebral de la Convención, luchar por sobrevivir. Los ingresos familiares se desplomaron y el Programa Cooperativo sufrió. En aquellos años, incluso los misioneros, aquellos que llevaban la luz de Cristo a las naciones, eran pocos. Los escándalos y las deudas se cernían sobre sus mesas como nubarrones. Sin embargo, me maravilló su resiliencia. Un esfuerzo comunitario, el Club de los 100,000, surgió como un rayo de esperanza, y para 1944 se declararon libres de deudas.
Los años siguientes fueron una época de cosecha. El Programa Cooperativo se convirtió en un río caudaloso, impulsando seminarios, comisiones y juntas misioneras. De 1941 a 1961, las donaciones crecieron exponencialmente, permitiendo a miles de obreros llevar el evangelio hasta los confines de la tierra. Su alcance se expandió más allá del Sur, y vi iglesias fundadas en los rincones más remotos de Norteamérica y más allá.
Con el amanecer del siglo XXI, los Bautistas del Sur enfrentaron nuevos desafíos, pero su espíritu misionero persistió. El aumento de las donaciones para misiones internacionales reflejó el anhelo de sus corazones por ver a las naciones redimidas. Las alianzas se fortalecieron, y vi destellos de la gloria que buscaban: una vasta red de creyentes trabajando juntos por la Gran Comisión.
A lo largo de las décadas, he presenciado sus triunfos y sus fracasos. Los he visto luchar con su identidad, a veces tambaleándose bajo el peso de la fragilidad humana. Sin embargo, Aquel a quien sirven se ha mantenido fiel. Ha convertido sus tropiezos en hitos, sus deudas en declaraciones de libertad y sus divisiones en un llamado a la unidad.
Incluso ahora, al observarlos, me pregunto: ¿Recordarán las lecciones de su pasado? ¿Mantendrán la mirada fija en Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable? Solo el tiempo lo dirá. Pero una cosa es segura: el cielo se regocija en cada paso que dan hacia el reino, porque su historia no es solo suya; es parte de la gran narrativa de redención que abarca la eternidad.
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